miércoles, 15 de octubre de 2014

Reseña: Elogio del texto digital, de José Manuel Lucía Megías

En este trabajo nos proponemos analizar los aspectos más relevantes y significativos que hemos podido extraer de la lectura de Elogio del texto digital. A grandes rasgos, se podría catalogar como un libro que analiza el contexto y todo el desarrollo que ha sufrido el texto digital desde su origen hasta el momento presente.

Bien es cierto que existen lectores que siguen presentando, al menos, un marcado rechazo a la idea de leer en una pantalla digital un libro electrónico. Esta actitud la observamos muy a menudo debido al cambio que estamos presenciando, y no es otro que el cambio de la página de papel tradicional a un dispositivo digital y muy alejado del mundo analógico. Así pues, este libro, tal como lo presenta el autor, sirve de “quitamiedos” y va especialmente dirigido a aquellas personas que ven el nuevo formato digital como una gran amenaza al libro, en su dimensión tanto física como en su dimensión romántica.

Es importante destacar algo que resulta fundamental, pues en la misma posibilidad de elegir cómo queremos leer este libro, si en formato digital o en papel, ya nos da una de las grandes ideas que se van a entretejer en su texto de forma implícita. El autor nos ofrece qué opción es más útil y cómoda para nosotros, los lectores, y no es otra que la de la compra vía internet del libro electrónico.

El pensamiento del autor no varía en su interpretación del nuevo paradigma, y esto es evidente puesto que demuestra permanentemente un modo optimista al cambio de formato del que estamos siendo partícipes. José Manuel no tiene la menor duda sobre el asentamiento de los medios digitales sobre los analógicos, y es tal su convencimiento que retrocede en el tiempo para explicarnos la fulminante mudanza de los códices escritos a mano del siglo XV a los libros impresos de la época, y con esta idea, también presupone el mismo proceso de cambio que dará lugar a que el libro digital tome las riendas en el proceso de lectura, y al mismo tiempo, concluyendo con las formas tradicionales.

El autor nos ofrece la razón por la cual nos hemos inmovilizado pensando que las páginas de papel eran más seguras que las digitales. José Manuel va introduciendo hitos históricos como la invención de la imprenta, aquella imprenta que se presentaba como la “democratizadora del saber”. Pero como discrepa el propio autor, y siendo crítico, la realidad que se impuso fue bien distinta, pues ello condujo al control de la impresión de ciertos contenidos en los libros por parte de la Iglesia, y, lo más importante, la aparición del lector que compraba los libros. De manera que el libro se convertía en una mercancía que se compraba y se vendía para obtener beneficios económicos.

José Manuel aboga profundamente en la aplicación total de los cambios tecnológicos que se están poniendo en marcha, ya que si no se apoyan estos cambios desafortunadamente el crecimiento cultural se verá congelado, ya no solo a nivel personal, en cada individuo, sino que las Universidades también se verán anticuadas y ralentizadas con respecto a este desarrollo.

Este aspecto lo podemos relacionar con uno de los términos que introduce la obra. Así pues, nos referimos a lo que el autor llama los “nativos digitales”, aquellas personas que han nacido inmersas plenamente en el mundo digital y que día a día, jóvenes y no tan jóvenes, luchan por la demanda de nuevas tecnologías que se ajusten a sus intereses. Obviamente, este empeño de los “nativos digitales” choca de frente con la congelación del desarrollo digital anteriormente aludida.

De nuevo, en el capítulo segundo, José Manuel recalca la idea del terror de la industria editorial, pues esta nos está privando de los nuevos modos de conservación y difusión del texto en la era del conocimiento. Pero, con esto se dejan abiertos varios interrogantes que invitan a la reflexión del lector, pues podemos pensar en la venta de e-readers como otra estratagema de las editoriales, y más allá, podemos pensar en el cambio de formato como una vía para ganar más beneficios, o quizás no.

En los siguientes capítulos, el tercero y el cuarto, nuestro autor cuenta la historia de Internet desde sus comienzos hasta el momento actual. Para ello nos introduce a Vannevar Bush, ingeniero estadounidense, el hombre que pensó en un ordenador como un dispositivo almacenador de documentos. Llegó a ser uno de los científicos más importantes durante la Segunda Guerra Mundial, pero finalizada esta, fue consciente de crear nuevas herramientas para la organización de documentos. Para ello ideó un nuevo aparato llamado Memex, que acabó siendo el lanzador de la web y de los “senderos de información” que actualmente usamos para ir de unos contenidos a otros en la web.

En el quinto capítulo el autor expone la historia del hipertexto. La primera persona en proponer este término de hipertexto fue Ted Nelson. A partir de ahí, Megías cubre de romanticismo el texto digital para liberarlo de la frialdad al que está sometido y explica el origen de un nombre del que habla Nelson llamado Xanandú, interpretado como “ese mágico sitio de la memoria literal donde nada se pierde nunca”, y esta definición es clave para que Megías catalogue el hipertexto como aquel tejido donde todo está unido. El hipertexto, por tanto, sería una herramienta muy útil para organizar el contenido de forma didáctica y facilitando el entendimiento del lenguaje.

En el siguiente capítulo el autor relata la historia de las bibliotecas digitales, así como la situación presente. Compara la biblioteca digital de Europa, Europeana, que pretende digitalizar todo el patrimonio bibliográfico al completo, con la Biblioteca de Alejandría, aquella que encerraba el 70 por ciento de la sabiduría humana. En España contamos con la Biblioteca Virtual de Cervantes que publicaba las obras de cuyo autor ya había fallecido. Este fenómeno lo evidenciamos cuando solo podemos tener libros de autores ya fallecidos en nuestro ebook. La situación no deja de reflejar una paradoja, pues leemos obras antiguas respecto a la situación temporal actual en un formato muy moderno.

Según el autor, apenas hay un sustancial cambio hacia la fijación de los medios digitales en las Universidades. Por ello, defiende la elaboración de “plataformas de conocimiento” totalmente opuestas al modelo que tienen nuestras bibliotecas hoy en día, y de esta manera convertirlas en herramientas fundamentales para el personal universitario. Para corroborar este argumento, José Manuel cita:

“(…) una biblioteca digital universitaria debería dar un paso más allá para convertir el conjunto de materiales y utilidades en una unidad hipertextual, es decir, un espacio donde todo el material esté interrelacionado, para así hacer de estas utilidades una “plataforma de conocimiento”, adaptada a las necesidades de cada usuario”

Para concluir esta  reseña, y subrayar una idea fundamental que se ha ido entretejiendo en cada una de las propuestas de avance y desarrollo hacia los medios digitales avanzados, acudimos a una cita de Allan Kay que el autor se empeña en repetirnos a lo largo de la lectura, y, sin duda, tiene una relevancia fundamental:


“La mejor forma de predecir el futuro es inventándolo”

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